En el proceso de producción de biodiésel o de refinado de aceites y grasas, se genera un subproducto de gran valor: la glicerina. Lejos de ser un residuo sin utilidad, la glicerina se ha convertido en una materia prima estratégica para múltiples industrias gracias a su versatilidad, bajo coste y propiedades químicas únicas.
¿Qué es la glicerina?
La glicerina, también conocida como glicerol, es un alcohol con tres grupos hidroxilo (–OH), lo que le confiere propiedades higroscópicas (atrae agua), viscosidad y solubilidad tanto en agua como en alcoholes. Se presenta como un líquido transparente, incoloro, inodoro y de sabor dulce, y puede tener origen vegetal o animal, dependiendo del proceso del que provenga.
¿Cómo se obtiene?
En la industria oleoquímica, la glicerina se obtiene como subproducto en la producción de biodiésel (a partir de la transesterificación de aceites vegetales o grasas animales) o en procesos de saponificación (fabricación de jabones). Tras un proceso de refinado, puede utilizarse en distintas calidades: cruda, técnica o pura (grado farmacéutico o alimentario).
Aplicaciones industriales de la glicerina
La glicerina es un producto clave en sectores muy diversos:
Industria química
Se utiliza como base para fabricar resinas, anticongelantes, plastificantes, lubricantes o explosivos (como la nitroglicerina).
Alimentación
La glicerina de grado alimentario se emplea como humectante, conservante y edulcorante en productos de repostería, chicles o suplementos.
Cosmética y cuidado personal
Gracias a su capacidad de retener la humedad, la glicerina es un ingrediente fundamental en cremas, lociones, jabones, champús y dentífricos.
Farmacéutica
Actúa como excipiente en jarabes, cápsulas blandas o soluciones orales. También se emplea en supositorios y medicamentos tópicos.
Agricultura
En la formulación de fertilizantes líquidos, pesticidas y aditivos para piensos, la glicerina técnica o refinada también tiene cabida.
La glicerina en la industria sostenible
Además de sus múltiples aplicaciones, la glicerina destaca por ser un producto biodegradable y no tóxico, lo que la convierte en una alternativa ecológica en muchos procesos industriales. Su producción como subproducto de procesos renovables, como el biodiésel, refuerza su papel dentro de una economía más circular y sostenible.
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